No hay nada que sea indiferente a nuestros actos de vida.

02.08.2013 06:42

 

En Remar Mar Adentro hemos comprendido que el Señor nos enseña a no ser indiferentes a nada, ni a nadie, pero también comprendemos que no hay  nada que sea indiferente a nuestros actos de vida. De la misma manera que cuando arrojamos una piedra a un estanque su caída en el agua, ocasiona ondas que se extienden más allá de la periferia de la zona de caída, de la misma manera nuestras acciones se propagan en la sociedad, influenciando la manera de vivir de todos.

Si mentimos nuestra acción no se queda en el ámbito donde se dijo la mentira, sino que su efecto dañino se extiende a toda la sociedad. No hay pecados privados. Del mismo modo nuestras buenas acciones causan beneficios a toda la sociedad.

Cuando hay un nacimiento, no solo este acontecimiento trae  alegría a una familia sino que podemos decir que toda la creación se alegra.

Cuando una familia se destruye, esa catástrofe no afecta solo a los de esa familia, sino que sus efectos trascienden a toda la sociedad.

¿Qué queremos decir?

Debemos ser responsables de nuestros actos. Debemos tomar conciencia que nuestra manera de obrar influye en la sociedad. No es lo mismo dar una sonrisa a no darla, no es lo mismo un “gracias” a ser desagradecido, no es lo mismo ser amable a no serlo, decir la verdad o decir la mentira., dejarme llevar por la corriente o jugarme en ir contra corriente.

Y esa responsabilidad es mayor en aquellos que creemos. Que creemos en un Dios que nos ama y cuida de nosotros.

Si sabes que Dios te ama, ¿por qué no hacer las cosas bien?

Debemos ser responsables de nuestros actos, si queremos construir un Mundo Mejor para todos.

Pidamos la fuerza que viene de lo alto y recordemos que nunca estamos solos.

 

 

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