¿Existe el Bien Común?

23.02.2014 10:01

 

¿Existe el Bien Común?

Muchas veces escuchamos que en la realidad no existe el Bien Común. Que no se puede alcanzar. Por ejemplo muchos piensan que los gobernantes deben beneficiar a algunos y perjudicar a otros, que su tarea es ver como se divide la “torta” y que eso hace que algunos ganen y otros pierdan.

Si analizamos este pensamiento, creemos que está tiznado de ideología, de sectarismo. No se comprende que en una sociedad somos todos hermanos, distintos, con distintas capacidades, distintas habilidades y pensamientos, pero todos con una misma dignidad.

En este pensamiento el otro no es un hermano, sino un contrincante y en el peor de los casos un enemigo al que debo destruir y minimizar para que yo y los míos triunfen.

Claro está que si mi manera de pensar es esta, no voy a encontrar el Bien Común, por cuanto estoy totalmente fuera de foco respecto de la Verdad.

Según nuestra Madre Iglesia el Bien Común surge : De la dignidad, unidad e igualdad de todas las personas deriva, en primer lugar, el principio del bien común, al que debe referirse todo aspecto de la vida social para encontrar plenitud de sentido. Según una primera y vasta acepción, por bien común se entiende « el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección »

Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia N° 164.

En el N° 165 el CDSI dice: “Una sociedad que, en todos sus niveles, quiere positivamente estar al servicio del ser humano es aquella que se propone como meta prioritaria el bien común, en cuanto bien de todos los hombres y de todo el hombre. La persona no puede encontrar realización sólo en sí misma, es decir, prescindir de su ser « con » y « para » los demás. Esta verdad le impone no una simple convivencia en los diversos niveles de la vida social y relacional, sino también la búsqueda incesante, de manera práctica y no sólo ideal, del bien, es decir, del sentido y de la verdad que se encuentran en las formas de vida social existentes. Ninguna forma expresiva de la sociabilidad —desde la familia, pasando por el grupo social intermedio, la asociación, la empresa de carácter económico, la ciudad, la región, el Estado, hasta la misma comunidad de los pueblos y de las Naciones— puede eludir la cuestión acerca del propio bien común, que es constitutivo de su significado y auténtica razón de ser de su misma subsistencia.

En los N° 167,168 y 169 el CDSI dice: El bien común es un deber de todos los miembros de la sociedad: ninguno está exento de colaborar, según las propias capacidades, en su consecución y desarrollo. El bien común exige ser servido plenamente, no según visiones reductivas subordinadas a las ventajas que cada uno puede obtener, sino en base a una lógica que asume en toda su amplitud la correlativa responsabilidad. El bien común corresponde a las inclinaciones más elevadas del hombre, pero es un bien arduo de alcanzar, porque exige la capacidad y la búsqueda constante del bien de los demás como si fuese el bien propio.

Todos tienen también derecho a gozar de las condiciones de vida social que resultan de la búsqueda del bien común. Sigue siendo actual la enseñanza de Pío XI: es « necesario que la partición de los bienes creados se revoque y se ajuste a las normas del bien común o de la justicia social, pues cualquier persona sensata ve cuan gravísimo trastorno acarrea consigo esta enorme diferencia actual entre unos pocos cargados de fabulosas riquezas y la incontable multitud de los necesitados ».

La responsabilidad de edificar el bien común compete, además de las personas particulares, también al Estado, porque el bien común es la razón de ser de la autoridad política. El Estado, en efecto, debe garantizar cohesión, unidad y organización a la sociedad civil de la que es expresión, de modo que se pueda lograr el bien común con la contribución de todos los ciudadanos. La persona concreta, la familia, los cuerpos intermedios no están en condiciones de alcanzar por sí mismos su pleno desarrollo; de ahí deriva la necesidad de las instituciones políticas, cuya finalidad es hacer accesibles a las personas los bienes necesarios —materiales, culturales, morales, espirituales— para gozar de una vida auténticamente humana. El fin de la vida social es el bien común históricamente realizable.

169 Para asegurar el bien común, el gobierno de cada país tiene el deber específico de armonizar con justicia los diversos intereses sectoriales. La correcta conciliación de los bienes particulares de grupos y de individuos es una de las funciones más delicadas del poder público. En un Estado democrático, en el que las decisiones se toman ordinariamente por mayoría entre los representantes de la voluntad popular, aquellos a quienes compete la responsabilidad de gobierno están obligados a fomentar el bien común del país, no sólo según las orientaciones de la mayoría, sino en la perspectiva del bien efectivo de todos los miembros de la comunidad civil, incluidas las minorías.

O sea que no solo existe el Bien Común, sino que nada ni nadie debe eludirlo si quiere estar al servicio de la humanidad.

Por otro lado creemos que nuestra manera de pensar y de vivir muchas veces no tiene en cuenta el Bien Común, por cuanto no estamos abiertos a lo trascendente, no estamos abiertos a Dios, que es nuestro Padre, el Padre de todos y de cada uno.

Al respecto nos dice el CDSI en el 170: El bien común de la sociedad no es un fin autárquico; tiene valor sólo en relación al logro de los fines últimos de la persona y al bien común de toda la creación. Dios es el fin último de sus criaturas y por ningún motivo puede privarse al bien común de su dimensión trascendente, que excede y, al mismo tiempo, da cumplimiento a la dimensión histórica. Esta perspectiva alcanza su plenitud a la luz de la fe en la Pascua de Jesús, que ilumina en plenitud la realización del verdadero bien común de la humanidad. Nuestra historia —el esfuerzo personal y colectivo para elevar la condición humana— comienza y culmina en Jesús: gracias a Él, por medio de Él y en vista de Él, toda realidad, incluida la sociedad humana, puede ser conducida a su Bien supremo, a su cumplimiento. Una visión puramente histórica y materialista terminaría por transformar el bien común en un simple bienestar socioeconómico, carente de finalidad trascendente, es decir, de su más profunda razón de ser.”

Creemos fehacientemente que el Bien Común existe y es algo realizable con nuestro esfuerzo y con la ayuda de Dios. El Bien Común es un trabajo que nos ha sido dado para alcanzar con nuestro esfuerzo el fin último del hombre y de la humanidad que es su encuentro definitivo con nuestro Único Bien Común que es Dios.

Si en nuestra vida no está incorporado el Bien Común somos como un barco que va a la deriva y nuestra misma felicidad está herida de muerte.

En la búsqueda del Bien Común, la cultura del Encuentro, la cultura del diálogo, la cultura de la aceptación del otro, la cultura del amor, tienen su verdadero sentido.

Animémonos a emprender este camino. No estamos solos, el Señor esta junto a nosotros.

 

 



 

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