“Voy a enviarte un ángel por delante para que te cuide en el camino y te lleve al lugar preparado” (Ex23)
Los ángeles se experimentan como “Eso” que hizo explotar de amor el corazón de unos padres piadosos cuando les anunciaron que iba a nacer un bebe en casa, esa alegría de los hermanos y la familia cuando vimos al recién nacido y no sabíamos como más acogerlo, esa compasión fuerte de una maestra al ver a un niño de jardín desolado, el abrazo necesario del amigo que se hace ángel cuando desesperados no encontramos el camino, la consoladora mirada de fortaleza cuando ante el duelo alguien nos dice que del amor podemos esperar la resurrección, esos ángeles, concentraciones de ternura y cuidado del Padre… que permitimos nos habiten y que reconocemos en los hermanos, esos son hoy el motivo de nuestra alegría.
Si uno se vuelve niño entra al cielo, el lugar preparado. Si depuesto todo orgullo y rebeldía el alma se pone dócil en las manos de Dios experimenta su ternura, su poder, la fuerza del Espíritu que lo conduce. En ese estado se verifica la comunión con los ángeles y los santos. Los ángeles que entonces eran seres imaginarios y fantásticos se hacen verdaderos, reales. La experiencia de su acción en nuestras vidas realiza prodigios: A Santa teresa un querubín le atravesó su muy humano corazón con un dardo encendido de amor que le encendió las entrañas, a Francisco de Asís los serafines le abrieron sendas llagas de amor con el crucificado. Al padre Pío estos mismos ángeles le hicieron partícipe de la pasión del hijo.
Los ángeles se manifiestan cuando somos obedientes a Dios y dóciles nos dejamos proteger y guiar por estos guardianes que con tanto amor nos cuidan, Humildes y amorosos, nunca agradeceremos como conviene lo que nos han preservado de caer en los abismos, sobre todo de las pasiones, pues ellos son piadosos y puros y nos comunican esa misma docilidad a Dios. Son de caridad tan pura que no se entristecen porque Dios no se halla hecho uno de ellos, se alegran al contrario y protegen a los hombres porque Dios se hizo uno de ellos, no como los demonios (ángeles rebeldes, que envidian y odian la dignidad humana y buscan hacerlo caer incluso disfrazados de ángeles de luz, colocándose nombres que no son bíblicos), no hay que ver sino como se ha extendido en los últimos tiempos la presencia de lo satánico, la tendencia a lo oscuro, a lo vampirezco a la muerte. No nos damos cuenta hasta que punto nos acompañan los ángeles porque en su humildad obran solo por Dios y no sacan cuentas de los favores que realizan, no esperan de los hombres recompensa. Por eso merecen ser amados, son una belleza
Ellos anunciaron el nacimiento del Verbo de Dios a María y a José dándoles fuerza para el camino, los acompañaron en el exilio a Egipto protegiéndolos de Herodes, imagen del mundo, ellos acudieron en la lucha de Jesús contra satanás en el desierto y fueron consuelo en su noche más dura del Hijo del hombre, ellos obedientísimos servidores de Dios nos colmaron de alegría y paz al anunciar la resurrección de Jesús, y desde entonces cuidan a la iglesia, a nosotros, como si fuéramos el mismísimo hijo de Dios, ellos nos ayudan a reconocerlo en la Eucaristía y es la adoración con la que caemos postrados. Libraron a Pedro de la cárcel, a los monjes en el desierto y a nosotros nos cuidan como a las niñas de sus ojos, yo no sé cómo agarrarlos y besarlos para agradecerles, ayúdenme ustedes, sí…. y si los ven díganles, cuanto los amamos.